Mr Selfridge




Si la pasada semana en nuestra entrada Series de moda, hablábamos de la serie inglesa para televisión The Paradise, que inspirada en el libro El paraíso de las Damas de Emile Zola emite actualmente la televisión inglesa, y el anuncio de otra próxima, Mr Selfridge, sobre la vida dramatizada de Harry Gordon Selfridge creador de los almacenes Selfridge y revitalizador de Oxford Street como la calle comercial que hoy conocemos.
Basada en el libro titulado Compras, Seducción y Mr Selfridge de Woodhead Lindy, e investigando mas a fondo sobre su vida ésta nos ha parecido tan interesante e inspiradora que la traemos hoy a nuestro blog.



Harry Gordon Selfridge, fundador de Selfridges, uno de los hitos de compras en Londres, era un genio polifacético. Aunque él no inventó el gran almacén, como tal, lo transformo y creo el tipo de tienda que hoy conocemos. Harry Selfridge comprendido el concepto de las compras como un entretenimiento sensual para la mujer mejor que nadie en el negocio. Sabía instintivamente lo que las mujeres querían y cómo les gustaba ir de compras. Como resultado, cambió todo el panorama de compras para siempre.

Nacido en Ripon, Wisconsin, EE.UU., Harry Selfridge perdió a su padre justo después de la Guerra Civil. Poco después, dos de sus hermanos mayores murieron. Él y su madre se trasladaron a Jackson, Michigan, donde trabajó como maestra de escuela primaria. Harry se crió muy cerca de su madre durante su niñez y adolescencia, lo que podría explicar su profundo conocimiento y amor de las mujeres.



Harry Selfridge comenzó su larga carrera en el comercio minorista en 1885 en los prestigios grandes Almacenes Marshall Field de Chicago, en aquel momento los más grandes y modernos almacenes, Harry empezó como responsable de instalaciones de líneas telefónicas, instalaciones eléctricas y de ascensores, fue el responsable de la instalación de luz eléctrica en los escaparates para que estuvieran iluminados por la noche y así nació el concepto de "window shopping".

Tambien coloco pantallas centrales en los pasillos para que las mujeres pudieran tocar y sentir la mercancía, e introdujo las “gangas” u ofertas para que los menos pudientes pudieran comprar su "ropa de domingo".



En 1903, Harry había hecho de Marshall Field, un hito en Chicago y había conseguido una gran fortuna para él y para el propietario, así que solicito su reconocimiento pero fue rechazado, por lo que, profundamente decepcionado, hizo planes para salir no solo de Chicago sino tambien de Estados Unidos y, en 1907, se trasladó con su familia a Londres, donde comenzó a planear abrir su propia tienda. Dos años más tarde se abrió Selfridges.

Escogió un sitio en Oxford Street y contó con uno de los mejores arquitectos de Chicago, Daniel Burnham, para diseñar algo extraordinario. Mil quinientos obreros trabajaron durante todo el invierno para construir la inmensa estructura de acero. Una fachada neo-clásica fue la cara de una obra maestra moderna que incluía siete kilómetros de tubería de cobre solo para el sistema de alarma contra incendios.



Era una maravilla: nueve ascensores Otis,  no en ocho plantas como Harry quería (las restricciones de planificación no le permitían que fuera más alto que San Pablo), pero si para cinco pisos impresionantes, además de tres niveles de sótano y una terraza con jardín. Más de 100 departamentos vendían de todo, desde trajes de baño hasta abrigos de marta, todo perfectamente dispuesto.

En no poca medida, Selfridge ayudó a liberar a las mujeres. Él les dio la libertad de realizar sus compras sin acompañantes, el placer de comer con una amiga en el refugio de una tienda, nuevos y raros placeres sensuales y confort, con reproducción de música y olor a perfume en el aire. Además de elegantes restaurantes, Selfridges tenía una biblioteca, salas de lectura y escritura, una sala de primeros auxilios, una peluquería y un servicio de manicura. Incluso las mujeres disponían de un excusado al fondo del jardín.



Para su inauguración en 1909 gasto mas dinero en publicidad que ningún otro comerciante hasta la fecha. Harry Selfridge lleno las paginas de los periódicos con el anuncio de la apertura de su tienda y los anuncios se tradujeron a 26 idiomas. El equivalente actual del coste de aquella campaña seria de unos 3 millones de euros. Después de un comienzo vacilante, Selfridges se convirtió en el centro comercial más importante y de moda en Londres.

Y con un servicio sin precedentes. Si por ejemplo un cliente perdía un botón de su chaqueta se le cosía uno nuevo; se limpiaban guantes, se enhebraban las cuentas de un collar, etc...y todo ello lo podían hacer una mujer sola, sin tener que mandar a la sirvienta o tener que ir acompañada de su marido.



Harry Selfridge fue un autentico showman de las compras. Con los partidos de cricket, las fiestas en el jardín de la azotea y los desfiles parisinos que organizaba en sus tiendas lleno Londres de glamour y diversión.

Obsequiaba también a sus clientes con detalles que iban directos a su corazón, como la llave de plata que regalo a los que acudieron durante la primera semana de apertura para simbolizar que eran sus huéspedes y para ellos sus puertas estaban abiertas.



Como dueño tenía las manos libres y podría introducir cualquier tipo de novedad que quisiera. Casi todos los inventos y perfeccionamientos tecnológicos que damos por sentado hoy en día surgieron en aquella época, el avión, el automóvil, el teléfono, la electricidad, el cine. Harry Selfridge supo aprovecharse de todas.

Contaba con teléfono en el restaurante e incluso tenían uno en un carrito para hablar desde la mesa. El colmo de la sofisticación. Pero el invento que mas sensación causo fueron las escaleras mecánicas.



Cuando el legendario aviador francés Louis Blériot, el primer hombre en volar un avión sobre el agua, desembarcó en la costa de Kent, fue recibido no sólo por la prensa francesa e inglesa, también por Harry Selfridge. Llegaron a un acuerdo, el dinero cambió de manos, y el avión se exhibió en la planta baja de Selfridges durante cuatro días, atrayendo a una multitud y aumentando considerablemente las ventas.

Fue pionero también en el empleo de celebridades: el campeón del mundo Freda Whittaker patinó en la pista de la azotea, mientras que el campeón de Wimbledon Suzanne Lenglen demostró su servicio en la cancha de la azotea.



Con la venta por catalogo los almacenes llevaron también las compras a casa. Se enviaban muestras de tejidos junto a ellos para facilitar la elección de las clientas. Pero no solo se vendían vestidos, se ofrecían también todo tipo de productos para el tiempo libre, y el ocio, (articulos de viaje, deportes, etc.) Selfridges supo también que captar a los niños desde el principio era una de las claves. Eran sus futuros clientes y la impresión que les causara era fundamental. Además sabia que la mejor forma de llegar a una mujer es a través de sus hijos.



De su visión comercial y su posición al lado de la mujer y de la liberación que supusieron los grandes almacenes en la vida de estas da muestras el que, durante las luchas de las sufragistas por el voto femenino, Selfridges autorizo a las impulsoras del sufragismo a repartir sus folletos a las puertas de los almacenes. También claro con la intención de atraer mas clientela. Las militantes modernas podían encontrar en sus almacenes todo podían necesitar como dejaba claro en sus anuncios, artículos interesantes como bolsos, papel, etc. . algunos de ellos con los colores del movimiento. Como decía uno de sus slogan: “Papel resistente para mujeres duras que escriben mensajes contundentes”.



Otra de las innovaciones mas importantes llevada a cabo por estos almacenes fue la de colocar un expositor de cosmética en la planta baja, justo delante de la puerta de acceso, algo que jamás se había hecho. En su época, el maquillaje se asociaba a las clases mas bajas y al mundo del espectáculo, pero su intuición le ayudo a adelantarse a los cambios que se avecinaban. A él mismo le enloquecían los perfumes y los coloco junto a la entrada, donde permanecen hasta nuestros días.



Harry Gordon Selfridge fue el mejor de todos los grandes comerciantes de la época, pero fue su privada - o no tan privada - lo que atrajo la mayor atención. La vida de Harry fuera de la tienda era muy diferente. Un amigo dijo: “ Era un genio desde las 9 hasta las 5, pero un tonto los fines de semana ". Aunque dedicado a su esposa y su familia, llevó un estilo de vida que muestra la doble moral de su época. Era un hombre atractivo, con un encanto irresistible, y sus seducciones se extendieron mucho más allá de sus negocios. Tuvo una serie de amantes, la mayoría de ellas del mundo del espectáculo: Las más notables, Jenny y Rosie Dolly, también conocidas como las Hermanas Dolly, en las que se calcula gasto 5 millones de su fortuna. También era un jugador compulsivo y ganó y perdió autenticas fortunas en los mejores casinos de Europa.



Gastaba mas de lo que ganaba, su perdición era la ropa cara, los yates imponentes y el juego (el vicio de moda en los años 20). Estaba enganchado a los juegos de cartas y a los dados, y tenia su propia baraja y un juego de daos y fichas de marfil y nácar. Para sus amantes ponía los almacenes a su disposición, cargando todas sus compras y regalos a estos.

Su derrochado estilo de vida le empezó a pasar factura, pero lo peor eran sin duda sus deudas de juego. La junta directiva de Selfridges le dio un ultimátum: o pagaba sus deudas o se marchaba. Se vio obligado a dejar sus almacenes. Vendió sus mansiones y se quedo sin nada.



A veces se le veía en la esquina de Oxford Street mirando la esquina donde se encontraban los que habían sido sus almacenes, llegando a ser detenido en una ocasión por confundírsele con un vagabundo. Murió sin un centavo en 1947.


Parte de dicho texto lo hemos esxtraido del interesante reportaje que este fin de semana pasado emitía nuestra TVE sobre el origen de los grandes almacenes titulado La Seducción de las Compras, y que suelen reponer cada cierto tiempo.




1 comentarios:

  1. Vi el docu, y las ricas clientas de los Grandes Almacenes del Londres o Paris del siglo XIX iban vestidas tan castamente, es que no enseñaban ni un centimetro de piel, que me recordaban las mujeres vestidas con nikab de los lujosos centros comerciales de los emiratos del Golfo Persico.

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